Resumen

El declive del proyecto ético de la modernidad tiene una expresión similar en la función ética de la universidad. Esta promocionó los valores de la libertad, la autonomía y la igualdad al mismo tiempo que condicionó su ejercicio según los rasgos identitarios de las personas. Como consecuencia, grandes grupos humanos quedaron fuera del ímpetu desarrollista moderno debido a su clase social, su género, su orientación sexual, su creencia religiosa o su nacionalidad. Lo anterior produjo el descrédito de las instituciones y la retirada de las y los ciudadanos de la participación política. Actualmente no existe un proyecto ético posmoderno en la universidad puesto que declararlo así es una contradicción en los términos. Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo  XX los movimientos sociales que atraen la participación ciudadana exhiben un factor común: las reivindicaciones identitarias. Quizá la identidad es la fuerza que impulsaría un proyecto ético de la universidad.

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